viernes, 13 de diciembre de 2013

Litlle Things


Está ahí, aferrándose con desesperación a la mano de su madre, deseando con todas sus fuerzas que no se extinga por completo, dejándola a ella y a su hermano solos. Que vuelva a ser esa mujer de antaño, fuerte, luchadora, alegre y con mucha vitalidad.
Con lágrimas y con un profundo nudo en la garganta, levanta sus ojos llenos de dolor, rabia contra el mundo y resignación porque sabe que ya nada tiene solución. Para posarse en su hermano pequeño que tiene la cabeza apoyada en el pecho de su madre mientras caen lágrimas fluidas por su rostro, aterrizando finalmente en la bata de la mujer.
Naia se pregunta una y otra vez que será de ellos, que harán sin ella.
-¡Maldita sea, solo tengo 17 años! -grita Naia mientras se levanta de un salto -Mamá no nos dejes por favor -susurra la chica con voz lastimosa.
-Naia, mami no nos dejará nunca, ella me lo prometió y tú también, no llores, todo volverá a ser como antes dentro de poco -Iker se acerca a su madre y le planta un beso en la mejilla.
Le falta fuerzas para decirle al pequeño que eso no pasará. Si ella no era capaz de asumirlo ¿cómo pretendía que un niño de siete años lo comprendiera si ella no podía? Tampoco tenía el derecho de hacer sufrir a su hermano.
Aunque... quizás hubiera una oportunidad para ellos. Solo necesitaban un donante, solo eso. Un corazón.


-¡Naia, Naia, mira, está nevando! -Iker está zarandeando a su hermana que permanece recostada en un sofá cerca de la cama de sus madre.
La muchacha se levanta de la cama y echa un rápido vistazo a la ventana para asegurarse si es cierto y acto seguido sale corriendo con su hermano pequeño pisándole los talones. Llegan hasta la calle. Se quedan durante una fracción de segundo los dos contemplando la nieve, viendo como ella cubre de blanco la calle, llenándola de su hermosura. Los dos saltan como locos, emocionados; in importarles que la gente que entra y sale del hospital les mire, creyéndolos un par de locos.
Eso ya no importa.
Naia salta, ríe como en los viejos tiempos. No era toda esa euforia por el hecho de que nevara, no era la nieve en cuestión, era lo que representaba: ¡LA LLEGADA DE LA NAVIDAD!

23 de diciembre, dentro de unas horas es Navidad. Y se nota hasta en el hospital, el ambiente que reina ahí es distinto. La gente va de un lado a otro, las enfermeras están animadas y contentas, se les ve en la cara esa ilusión, esperanza y reencuentros con familiares que trae consigo la Navidad.

En una habitación del hospital Santa Elba, en la sección de la UCI (unidad de cuidados intensivos), el ambiente está cargado de todo menos de alegría e ilusión. En la cama postrada, está una mujer conectada a todo tipo de cables, luchando por su vida, y a su lado, dos muchachos. Una chica joven y esbelta de 17 años y un niño de 7 años. Los dos están cogidos de la mano. Observando con un dolor indescriptible y un nudo en la garganta, como la mujer que les dio la vida se va poco a poco apagando, sin nada que puedan hacer para impedirlo.
-Chicos, ¿queréis un café o un zumo? -es la tía Carlota, la hermana de su padre.
Hace unos años, su padre les dejó a ellos y se fue a otro país con una mujer más joven. A ellos eso no les afectó mucho, no era un hombre muy cariñoso y hablador y su madre supo cubrir con creces ese vacio que él dejo.
-Gracia tía Carlota, pero no nos separaremos de nuestra madre, tenemos que estar aquí para darle fuerzas.
La tía Carlota se acerca a ellos y les abraza, los tres se desmoronan. Los médicos les han dicho que de esta noche no pasaba... al menos que hubiera un donante. Pero el donante no llega y las esperanzas ya se han extinguido por completo, ahora solo hay aceptación y resignación.

A las diez de la noche, Inés fallece cogida de la mano de sus hijos y de su cuñada. Naia se acerca a su hermano pequeño, le levanta la cara cogiéndole dulcemente de la barbilla y le susurra un “te quiero pequeñajo, siempre estaremos juntos, te lo prometo”. Iker se queda mirándola fijamente, no dice nada, solo llora y Naia le estrecha contra su cuerpo fuertemente.


Ha pasado ya dos días desde la muerte de Inés, es 25 de diciembre y en muchas casas los niños están disfrutando de sus nuevos regalos. Iker y Naia están en la casa de la hermana de su padre, desde ahora ese será su nuevo hogar. Ayer fueron a su casa para recoger sus cosas, entre las pertenencias de su madre se encontraron con un DVD con el título “Mis dos amores. Pusieron el DVD para verlo, en el aparecía su madre, pálida, pero con una sonrisa espléndida dibujada en el rostro. Ella ya sabía que sus días estaban llegando a su fin.

Hola pequeños, si estáis viendo esto, significa que yo ya no estoy. Lo siento de verás por no deciros en todo momento lo que me pasaba hasta que prácticamente fue imposible ocultarlo, mi corazón no iba bien desde hacia unos meses. Estáis tan llenos de vida... Sois lo más grande que me ha pasado en la vida, no quiero que sufráis por mi ausencia. Quiero que luchéis, que riaís, que brilléis como dos soles y disfrutéis a tope todos y cada uno de los momentos de la vida.
Nadie golpea más fuerte que la vida, pero eso no importa, lo que realmente importa es como os levantáis tras cada golpe, como avanzáis sin rendiros y siempre, siempre con una sonrisa en la boca. Esa es la esencia de la vida, hijos míos.
No creo que haga falta decir que todo lo mío es vuestro, todo lo que he conseguido a lo largo de mi vida os pertenece.
Dentro de vuestra mochila del colegio os he dejado todos y cada uno de vuestras cosas que he ido guardando, lo más valioso que tengo. A ti Naia, te he dejado el collar y anillo con el que se han casado tres generaciones de nuestra familia. Para Iker, hay una carta, ahora no creo que la llegue a entender, pero cuando crezca lo entenderá.
Os he abandonado físicamente, pero siempre estaré protegiéndoos desde donde esté. Os adoro ¡Feliz Navidad!

El vídeo se ha terminado, Inés ya no está, la vida sigue y aún es Navidad, es hora de empezar a disfrutarla. Esta es una época de júbilo y alegría, y los dos niños lo saben y sonríen. Puede que ella ya no esté entre ellos, pero su recuerdo permanecerá en sus corazones para siempre. La agonía ha acabado y ahora les toca a ellos tomar el rumbo de su vida y si hay algo que les ha enseñado su madre, es seguir adelante siempre.
Los dos hermanos se levantan del sofá y abrazan a su tía Carlota que está de pie sollozando.


La vida es escalar, pero la vista es genial”.