martes, 25 de abril de 2017

123

"vacaciones" se repitió para sí una vez más.
"sin ella" susurro de nuevo.
Dicen que el tiempo todo lo cura y se sentó a esperar que su corazón sanara. Casi cuando lo había conseguido olvidar, los recuerdos volvieron y lo dejaron herido de nuevo.
Cualquiera que le hubiera escuchado habría podido apreciar en su voz resignación y un dolor por una situación aún no superada.
Cualquiera con mirada inquisidora podría ver que aquel hombre sentado en el sofá, mirando la televisión. Solo de cuerpo presente y cabeza en un lugar lejos de ahí evocando los momentos vividos con ella, con su Nadia. Estaba roto de 50 formas distintas.
Se levantó por fin, decidido.
-Hola Carla, ¿puedes ponerme con Jordi? -preguntó firme.
-Me encanta cuando pones esa voz, cielo. -Dijo la chica con voz coqueta.
-¡Carla!
-Vale machote, ya te paso con él.
La chica era guapa y ella lo sabía, con sus 23 años tenía un desparpajo y una seguridad propia de su edad.
-Hombre Lucas, ¿qué tal?
Su jefe era un gran profesional. Sabía como iba el negocio por la experiencia adquirida en 20 años de profesión, podría ser muy coloquial con sus trabajadores pero siempre te dejaba claro que ahí quien mandaba era él y punto.
-Me tomaré un tiempo, quiero desconectar -eludió la pregunta y fue directo al grano.
-¿Estás seguro?
-Más que nunca. Lo necesito.
-Está bien, después del espectacular reportaje que has hecho, te lo has ganado. ¿Qué tal llevas lo de Nadia?
-Prefiero no tocar ese tema. Gracias Jordi, adiós.
-Adiós, cuídate y disfruta.
Mientras estaba hablando por el teléfono había estado dando vueltas por la casa y ahora se encontraba enfrente del espejo de su dormitorio.
Estudió con detenimiento la imagen que le devolvía.
El pelo ligeramente despeinado con conciencia y de un negro azabache, el rostro moreno con un velo de cansancio y tristeza. Esbozó una sonrisa para quitar tanta seriedad. Los ojos grandes y de color ámbar lucían apagados, sus labios eran carnosos y rosados, mentón recto y mandíbula cuadrada. Media 1'85 aproximadamente, el cuerpo fuerte y esculpido por las horas dedicadas en el gimnasio y sus largos paseos corriendo.
Se apartó del espejo y debajo de la cama sacó una maleta roja y la llenó de ropa suficiente para 10-11 días.  Media hora después se encontraba sentado en la cama con la maleta al lado.  No tenía planeado donde ir, solo que tenía que irse. Sacó el móvil de nuevo del bolsillo trasero del pantalón.
-¡Has ganado! Me voy tio, me voy.
-Te voy a empezar a cobrar por los consejos. ¿A dónde te vas, personaje?
-Ahí me has pillado, no tengo ni idea. Estoy como un imbécil sentado en la cama y con maleta al lado.
-No sabes que día es hoy?
-No.
-Empiezan las fiestas de Bilbao, el año pasado fui y conocí a una rubia de campeonato, ve!
-Así sin más? ¿sin ninguna recomendación?
-Excelentes mujeres y comida.
Colgó.
Había oído hablar de las fiestas de Bilbao, no perdía nada con ir.
"Esto no funciona, Lucas, joder."
Los recuerdos volvían, sin previo aviso. Llegaban y le destruían como una bola de demolición.
Ella ahí hecha una furia, en medio de la habitación, guardando sus cosas para irse. Él apoyado en el resquicio de la puerta, no sabía que hacer ¿cómo habían llegado a esto?
'¿No vas a hacer nada? siempre te faltaron agallas para todo. Te quedas sentado esperando que las cosas pasen por si solas, no te arriesgas y nadas sobre seguro.'
Ella ya estaba en la puerta con todas sus cosas. Se acercó y la agarró del brazo. Ella no opuso resistencia y el no pudo más que mirarla a los ojos, ¿cuántas veces se había perdido en ellos? Esos ojos verdes que siempre le miraron con amor ahora destilaban odio, odio hacia él.
Le dolía, le dolía recordar. Los recuerdos le rompían, llegaban y arrasaban con todo como un huracán.
Se sacudió la cabeza, tenía que olvidar, necesitaba hacerlo.


Ya estaba de camino a Bilbao, desde iruña solo había 200km que los separaba. El mismo sabía que ese viaje no era más que una vía de escape, huía como un cobarde, no queria ser atrapado de nuevo por los recuerdos, escapaba de ellos como un ladrón en plena noche.
'¿Te crees que con este ridículo viaje la olvidarás?'
'lo intentaré.'
'eres un cínico, Lucas.'
Estaba en guerra consigo mismo. A veces deambulaba por la calle, apretandose la bufanda, sabiendo que el esfuerzo era en vano cuando el frío venía de dentro. Aquel dia en el que Nadia se fue, se llevo un trozo de él, sin darse cuenta o a 

viernes, 13 de diciembre de 2013

Litlle Things


Está ahí, aferrándose con desesperación a la mano de su madre, deseando con todas sus fuerzas que no se extinga por completo, dejándola a ella y a su hermano solos. Que vuelva a ser esa mujer de antaño, fuerte, luchadora, alegre y con mucha vitalidad.
Con lágrimas y con un profundo nudo en la garganta, levanta sus ojos llenos de dolor, rabia contra el mundo y resignación porque sabe que ya nada tiene solución. Para posarse en su hermano pequeño que tiene la cabeza apoyada en el pecho de su madre mientras caen lágrimas fluidas por su rostro, aterrizando finalmente en la bata de la mujer.
Naia se pregunta una y otra vez que será de ellos, que harán sin ella.
-¡Maldita sea, solo tengo 17 años! -grita Naia mientras se levanta de un salto -Mamá no nos dejes por favor -susurra la chica con voz lastimosa.
-Naia, mami no nos dejará nunca, ella me lo prometió y tú también, no llores, todo volverá a ser como antes dentro de poco -Iker se acerca a su madre y le planta un beso en la mejilla.
Le falta fuerzas para decirle al pequeño que eso no pasará. Si ella no era capaz de asumirlo ¿cómo pretendía que un niño de siete años lo comprendiera si ella no podía? Tampoco tenía el derecho de hacer sufrir a su hermano.
Aunque... quizás hubiera una oportunidad para ellos. Solo necesitaban un donante, solo eso. Un corazón.


-¡Naia, Naia, mira, está nevando! -Iker está zarandeando a su hermana que permanece recostada en un sofá cerca de la cama de sus madre.
La muchacha se levanta de la cama y echa un rápido vistazo a la ventana para asegurarse si es cierto y acto seguido sale corriendo con su hermano pequeño pisándole los talones. Llegan hasta la calle. Se quedan durante una fracción de segundo los dos contemplando la nieve, viendo como ella cubre de blanco la calle, llenándola de su hermosura. Los dos saltan como locos, emocionados; in importarles que la gente que entra y sale del hospital les mire, creyéndolos un par de locos.
Eso ya no importa.
Naia salta, ríe como en los viejos tiempos. No era toda esa euforia por el hecho de que nevara, no era la nieve en cuestión, era lo que representaba: ¡LA LLEGADA DE LA NAVIDAD!

23 de diciembre, dentro de unas horas es Navidad. Y se nota hasta en el hospital, el ambiente que reina ahí es distinto. La gente va de un lado a otro, las enfermeras están animadas y contentas, se les ve en la cara esa ilusión, esperanza y reencuentros con familiares que trae consigo la Navidad.

En una habitación del hospital Santa Elba, en la sección de la UCI (unidad de cuidados intensivos), el ambiente está cargado de todo menos de alegría e ilusión. En la cama postrada, está una mujer conectada a todo tipo de cables, luchando por su vida, y a su lado, dos muchachos. Una chica joven y esbelta de 17 años y un niño de 7 años. Los dos están cogidos de la mano. Observando con un dolor indescriptible y un nudo en la garganta, como la mujer que les dio la vida se va poco a poco apagando, sin nada que puedan hacer para impedirlo.
-Chicos, ¿queréis un café o un zumo? -es la tía Carlota, la hermana de su padre.
Hace unos años, su padre les dejó a ellos y se fue a otro país con una mujer más joven. A ellos eso no les afectó mucho, no era un hombre muy cariñoso y hablador y su madre supo cubrir con creces ese vacio que él dejo.
-Gracia tía Carlota, pero no nos separaremos de nuestra madre, tenemos que estar aquí para darle fuerzas.
La tía Carlota se acerca a ellos y les abraza, los tres se desmoronan. Los médicos les han dicho que de esta noche no pasaba... al menos que hubiera un donante. Pero el donante no llega y las esperanzas ya se han extinguido por completo, ahora solo hay aceptación y resignación.

A las diez de la noche, Inés fallece cogida de la mano de sus hijos y de su cuñada. Naia se acerca a su hermano pequeño, le levanta la cara cogiéndole dulcemente de la barbilla y le susurra un “te quiero pequeñajo, siempre estaremos juntos, te lo prometo”. Iker se queda mirándola fijamente, no dice nada, solo llora y Naia le estrecha contra su cuerpo fuertemente.


Ha pasado ya dos días desde la muerte de Inés, es 25 de diciembre y en muchas casas los niños están disfrutando de sus nuevos regalos. Iker y Naia están en la casa de la hermana de su padre, desde ahora ese será su nuevo hogar. Ayer fueron a su casa para recoger sus cosas, entre las pertenencias de su madre se encontraron con un DVD con el título “Mis dos amores. Pusieron el DVD para verlo, en el aparecía su madre, pálida, pero con una sonrisa espléndida dibujada en el rostro. Ella ya sabía que sus días estaban llegando a su fin.

Hola pequeños, si estáis viendo esto, significa que yo ya no estoy. Lo siento de verás por no deciros en todo momento lo que me pasaba hasta que prácticamente fue imposible ocultarlo, mi corazón no iba bien desde hacia unos meses. Estáis tan llenos de vida... Sois lo más grande que me ha pasado en la vida, no quiero que sufráis por mi ausencia. Quiero que luchéis, que riaís, que brilléis como dos soles y disfrutéis a tope todos y cada uno de los momentos de la vida.
Nadie golpea más fuerte que la vida, pero eso no importa, lo que realmente importa es como os levantáis tras cada golpe, como avanzáis sin rendiros y siempre, siempre con una sonrisa en la boca. Esa es la esencia de la vida, hijos míos.
No creo que haga falta decir que todo lo mío es vuestro, todo lo que he conseguido a lo largo de mi vida os pertenece.
Dentro de vuestra mochila del colegio os he dejado todos y cada uno de vuestras cosas que he ido guardando, lo más valioso que tengo. A ti Naia, te he dejado el collar y anillo con el que se han casado tres generaciones de nuestra familia. Para Iker, hay una carta, ahora no creo que la llegue a entender, pero cuando crezca lo entenderá.
Os he abandonado físicamente, pero siempre estaré protegiéndoos desde donde esté. Os adoro ¡Feliz Navidad!

El vídeo se ha terminado, Inés ya no está, la vida sigue y aún es Navidad, es hora de empezar a disfrutarla. Esta es una época de júbilo y alegría, y los dos niños lo saben y sonríen. Puede que ella ya no esté entre ellos, pero su recuerdo permanecerá en sus corazones para siempre. La agonía ha acabado y ahora les toca a ellos tomar el rumbo de su vida y si hay algo que les ha enseñado su madre, es seguir adelante siempre.
Los dos hermanos se levantan del sofá y abrazan a su tía Carlota que está de pie sollozando.


La vida es escalar, pero la vista es genial”.

domingo, 30 de junio de 2013

La Navecilla Desdichada

En un planeta llamado Urco, situado en la galaxia de Human, donde todas las naves eran relucientes y bonitas, vivía uno que era oscuro y feo. Y por eso mismo, las demás naves espaciales se metían con él y no querían jugar con él por ser diferente. Cada vez que su mamá le mandaba a jugar con los demás, el se deprimía ya que le ignoraban y lo marginaban por su aspecto y por ser diferente a ellos.


Día tras día, la navecilla se iba deprimiendo más. No tenía con quien jugar y todo el mundo incluso sus hermanos no querían estar con el por ser más oscuro y feo. No podía reunirse con los demás grupos de naves. Cada día era peor. Cuando trataba de acercarse a los demás, le decían: “Eres una nave fea y rara, ¡vete! No queremos jugar contigo”.

La navecilla pensando que con lo feo y por ser más oscura que las demás navecillas, nunca nadie querría ser su amigo y abandonó su planeta: Urco, y se fue a una que estaba cerquita.
De camino en su viaje, se encontró con una anciana extraterrestre que estaba acompañada de dos mascotas un perro con dos patas pero aún así era precioso y un gatito sin cola pero bonito.
El perro con dos patas y el gato sin cola, se reían de su aspecto, pero la señora extraterrestre se apiadó de él y lo acogió. Por fin la navecilla empezó a sentirse aceptado. Un día pasaron volando un conjunto de naves espléndida y hermosas, a estas no les importaba tanto el aspecto de la navecilla pero la navecilla se sintió triste, porque otra vez volvían sus inseguridades de que nadie nunca la iba querer como amigo

Con la llegada del buen tiempo, y porque se podían ver mejor las estrellas fugaces y demás, la navecilla estaba feliz y contenta. Un día cuando salió a dar una vuelta por el espacio, vio otra vez a las espléndidas y hermosas naves volando y como la vez anterior, se quedó maravillada por su hermosura. Sin darse cuenta, la navecilla se fue volviendo como aquellas hermosas y espléndidas naves.


Todos los animales que antes se burlaban de él por su aspecto, se quedaron admirados y sintieron envidia de la navecilla. Ahora todos querían jugar con él, el tímido e inseguro navecilla, se sintió por fin querido ya que tenía amigos. Pero nunca llegó a creerse más que los demás porque tenía un gran corazón.

jueves, 20 de junio de 2013

La Prueba de Juan Luis



Cuando tengas miedo utiliza la espada, llévala hasta ti y desgarra tu mente. Destruye todos los miedos y temores, el resto vive en el pasado o en el futuro.




Hace ya mucho tiempo, en una tierra muy lejana, vivía un rey al que le faltaba muy poco tiempo de vida. Tenía tres hijos a los que amaba muchísimo, pero los tres no podían heredar el reino de Navarra, y pensando que era justo, decidió ponerles una prueba. Quien ganara, se quedaría con el reino.
Así que el rey Rodrigo IX mandó llamar a sus tres hijos: Gonzalo, Carlos y Juan Luis. Y procedió a darles dicha noticia:
-”Hijos míos, me queda poco tiempo de vida. Como no puedo daros el reino a los tres, me parece justo poneros una prueba los tres. Aunque bien sabéis vosotros eso nunca se ha hecho. Quien gane esa prueba, será el rey de Navarra.”
Tanto a Carlos como a Juan Luis, les pareció justa la decisión de su padre, pero a Gonzalo no. y los dos primeros estaban orgullosos aunque sabían que la decisión de su padre era arriesgada. Ya solo faltaba en que consistiría la prueba. El rey Rodrigo procedió a seguir diciendo de que trataría la prueba tras examinar las caras de sus hijos. Y dijo:
-”La prueba consistirá en qué tendréis que vencer a nuestro mejor joven guerrero: Felipe. Porque lo esencial para ser rey es vencer a cualquier guerrero, por mucho que sea el mejor de tal reino. Os daré un plazo de tres días comenzando por hoy para que os preparéis. Suerte y que gane el mejor.”
al terminar de hablar el rey, los tres muchacho salieron de la estancia, cada uno sumergido en sus propios pensamientos y sentimientos. Gonzalo, el mayor, estaba enfadado. Se suponía que cuando un rey moría el que heredaba el reino era el primogénito, no se le ponía una prueba, encima al alcance de todos los hijos. Aunque poco le importaba, porque sabía que el era el más cualificado físicamente para derrotar al temible y joven Felipe.
Carlos, el segundo, estaba contento con la decisión de su padre; ya se veía fuera, relegado a noble defendiendo una pequeña parte del reino de su hermano Gonzalo. Sabía que éste había tenido una estricta disciplina para la lucha, pero él o se quedaba atrás. Y Juan Luis era arena de otro costal; demasiado blando y enamoradizo. Un rey no podía ir por allí cantando canciones para su amada como hacía Juan Luis.
Por su parte, Juan Luis estaba feliz. Aunque se lo esperaba, a diferencia de sus hermanos. Lo que no se esperaba era de qué tipo de prueba se trataría. Felipe era su mejor amigo, debía reconocer que el era el mejor luchador que había visto en su vida. También debía reconoces que siempre le había tenido envidia por eso mismo.
Los tres empezaron a entrenar duro. Ninguno quería ser relegado a noble. También estaba preparándose Felipe. A pesar de su juventud, sabía que él era considerado por todo el reino el mejor en cuanto a destreza, ataque y defensa, y él lo sabía. No pensaba que el rey Rodrigo IX pondría una prueba a sus hijos, y menos que la prueba consistiría en derrotarle a él.
Ya solo faltaba un día para la gran batalla. El primero en comenzar sería Gonzalo, después Carlos y por último, Juan Luis. Los tres estaban nerviosos, en especial Juan Luis. Estaba nervioso pero contento porque Elena, al fin, había aceptado casarse con él. Tuvo que esperar mucho, pero gracias a una canción, ella le había dado el sí.
Al día siguiente empezó la prueba. La prueba tuvo lugar fuera del reino. Habían trazado un círculo en el que tendría lugar la batalla. Habían dispuesto que el combate tuviera lugar fuera del reino. Así que el que ganara, entraría al reino.
En medio del círculo estaba Felipe. Fuera del círculo había un señor que debía de presidir el combate. El rey dijo que podrían comenzar y entró en el círculo Gonzalo.
El combate de Gonzalo y Felipe fue intenso y largo, pero en un tropiezo de Gonzalo que Felipe aprovechó, este último pudo derrotar a Gonzalo. Otra vez tras la palabra del señor y tras el visto del rey entró Carlos. La pelea duró menos y fue más fácil para Felipe. Él sabía los puntos débiles de Carlos por los entrenamientos y no dudó en utilizarlos, y en aprovecharse de esos puntos débiles. Tras la derrota de Carlos, éste se retiró igual que su hermano Gonzalo, desolado, triste y muy muy furioso. Solo quedaba Juan Luis.
Tras el ritual de los dos anteriores, entró Juan Luis. Aunque pocos pensaban que iba a ganara, lo que ninguno sabía era lo mucho que se había entrenado. Quería que Elena se sintiera orgulloso de él. El combate estuvo muy igualado. Los dos luchadores se conocían muy bien en el combate. Pero tras un duro combate, Juan Luis consiguió vencer a Felipe. Todos aplaudieron y le felicitaron. Su padre le dio un beso y después un regalo. El anillo que había pertenecido a su familia desde tiempos inmemorables. Pero sus hermano solo lo felicitaron. No se imaginaban que el blando y enamoradizo de su hermano los ganara, pero aprendieron que nunca hay que subestimar ni juzgar a una persona por su forma de ser, porque puede ser más fuerte de lo que crees.

miércoles, 19 de junio de 2013

Abrazos, Caricias, Sonrisas y Un Para Siempre (parte 1)




"Sabes que te has enamorado de la persona adecuada cuando el silencio no es incómodo."




Otro día más sin ella, día tras día me levanto con esa sensación de que me falta algo, mejor dicho alguien. Solo quiero dormir, se que no puedo seguir así, que tengo que hacer algo, pero no tengo fuerzas para seguir. Para que, ya no está y nada volverá a ser lo mismo.
-¿Se puede? -es mi padre, siento ganas de gritarle y decirle que se vaya que me deje en paz. -Venga Ane, levántate, que hoy hace un día precioso, necesitas salir.
Me tapo con la manta y dejo que siga hablando, hasta que se da por vencido y decide irse.
¿Que sabrá el lo que necesito?, nos dejo abandonadas a mi madre y a mi y se fue con otra mujer. Para el debe de ser fácil, tiene a la otra... y solo la tenía a ella, mi madre, y ahora ya no está. Y yo no me había despedido de ella, si pudiera volver atrás en el tiempo... Los seres humanos tenemos la mala costumbre de no apreciar lo que tenemos y no valorarlo hasta que lo perdemos. Nos olvidamos de lo importante que son algunas personas para nosotros por el mero hecho de que damos por supuesto que siempre estarán ahí y no lo valoramos. Y cuando ya no están, nos damos cuenta de que nos faltó muchas cosas que compartir con esa persona, pero ya es demasiado tarde.

Soy Ane Urriarte y tengo 16 años, soy lo que se diría “una buena chica” y una chica del montón. No hay mucho que contar sobre mi, me encanta bailar y leer, me hace feliz cosas muy simples y amo que me den un abrazo sin venir a cuento. Me crié solo con mi madre y a mi padre le veía de vez en cuando. Siempre me tenía envidia de mis amigas, ellas tenían a sus padres juntos.
2 horas después decido levantarme y darme una ducha fría para despejarme y dar una vuelta. Media hora mas tarde ya estoy en la calle, no quiero encontrarme con nadie, ni siquiera con un amigo, aunque lo necesito, prefiero estar sola. No quiero hablar con nadie sobre el tema, y tampoco quiero que sientan lástima por mi, no necesito su consideración.
Llevo ya una hora deambulando sin rumbo fijo cuando decido sentarme en un parque. Hay muchos niños jugando.
Me fijo en un niño que esta llorando, porque se ha caído del columpio, y como su mamá va corriendo hacia el. Y cuando ya está cerca de el le canta la típica canción “sana, sana culito de rana, si no se cura hoy se curara mañana.” y le da un beso en la herida. Este paro de llorar y le dio un abrazo a su madre.
Ver esto me desmorona internamente y me puse a llorar.
-¿Estás bien? -me doy la vuelta buscando al propietario de esa voz. Es un chico alto y fuerte, tendría mi edad o un año más seguramente. No soy buena para calcular los nombres de la gente. Lleva una caja de bombones en la mano.
Contesto con un escueto “sí”, mientras me seco las lágrimas con la manga de mi sudadera.
Se sienta al lado mio. Dejo de llorar.
-Bueno, veo que ya has parado de llorar, me llamo Ander, encantado.
-Ane...
-Quieres hablar. ¿Estás bien? Si no quieres hablar no pasa nada, me quedaré aquí sentado sin decir nada.
-¿Me puedes dejar en paz? Que yo sepa no te he invitado a sentarte. Estoy bien.
Dicho esto va y me abraza, al principio me resisto. Pero acabo cediendo. Necesitaba ese abrazo aunque procediese de un desconocido, daba igual de quien fuese. Solo necesitaba un abrazo y no preguntas y miradas de compación.
-Ya pasó, aunque llorar te vendrá bien.
Nunca habría echo esto, pero con el era diferente, me inspiraba confianza y le conté todo. Era como si le conociese de toda la vida.
-Me tengo que ir, gracias. -Dos horas más tarde, me doy cuenta de que es demasiado tarde, me van a reñir.
-¿Te volveré haber?, sobran. Toma, para que cuando te las comas pienses en mi ja, ja, ja. -Me entregó la caja.
-No sobran enserio, gracias por los bombones, espero que tu madre no se enfade. Si el destino quiere, sí.
Me voy con una gran sonrisa en la boca, no me lo podía creer. Se que me está mirando y me obligo a mi misma a no darme la vuelta. Vitoria es pequeña, le volveré haber pienso y me encantaría que fuese así.




Continuara...
















El Último Golpe.

           "Deja que el tiempo borre las cenizas, dejando sólo la frágil llama de un nuevo comienzo."


Son las siete de la mañana y el camión de la limpieza acaba de pasar dejando un fresco olor a limpieza y a humedad. En el número cuatro de la calle Amargura todavía está la puerta abierta esperando a que se seque el portal, cuando en el quinto piso ya huele a café. Es Lucia, una joven de 28 años, quien está preparando el desayuno para sus dos hijos, de tres y cinco años. Mientras prepara las tostadas, no dejar de atormentarse al pensar en sus dos grandes aliados: el maquillaje, ese que disimula los moratones en el rostro, y su teatro de “no es nada, no es nada, corazón” ante su hijo Sergio.

Pero hoy sería la última vez, ya no habría más golpes, lo tenía preparado tod. Dejaría a los niños en la guardería en una hora.
En cierto forma siempre había sabido que esta situación tarde o temprano acabaría, pero uno de los dos no saldría de esta; era ella y los niños o él. Él nunca se había atrevido a tocar a los niños hasta hacía dos días, cuando se atrevió a poner las manos encima de Sergio. El niño acabó con magulladuras y no paraba de llorar. Tuvo que hacer milagros para calmarlo. En ese momento se dio cuenta de que debía actuar, por los niños. No dejaría que él hiciese lo mismo con ellos. Que acabara con sus sonrisas, sus ilusiones como con ella.
Una hora después, los niños ya estaban en la guardería. Lucas llegaría a cada en una hora y media aproximádamente. Saco el cuchillo que había comprado el día anterior y lo dejó encima de la mesa. Se sentó y observó el cuchillo con miedo.
Ya había pasado una hora y media y estaba algo nerviosa. Lucas no llegaba y no sabía qué hacer. Se levantó de la mesa y se puso a dar vueltas por el saló con el cuchillo en la mano derecha. Se dio cuenta de que estaba llorando y que temblaba. Las lágrimas caían sobre su mejilla en silencio. Se las limpió furiosa, mientras se repetía una y otra vez: “no llores, sé fuerte”.

Después de media hora más, deambulando por la casa, oyó unos pasos. Al instante, el sonido que hacían las llaves al ser introducidas en la ranura para abrir la puerta, y notó en ese momento que había estado aguantando la respiración. Lucas entró en la casa como siempre y comenzó a llamara Silvia gritando e insultándola. Silvia salió del salón. Mientras iba hacia el encuentro de Lucas, tenía las dos manos en la espalda para esconder el cuchillo. Lucas no se dio cuenta de su presencia porque estaba leyendo el periódico. Cuando ya estaba a cierta distancia de él, le clavó el cuchillo en la espalda y se lo volvió a “sacar”.
Lucas dio un giro de 180 grados sobre si. Silviaa vio la cara de estupor, furia, rabia y finalmente sorpresa que se le quedó al darse cuenta de quién era la persona que le había acuchillado. Trató de sostenerse, se tambaleaba mientras avanzaba hacia Silvia. Esta retrocedió con miedo al ver los ojos rojos inyectados en sangre y la mirada de Lucas.
Silvia agarró con fuerza el cuchillo, y se obligó a si misma a avanzar hacia Lucas. Levanto el cuchillo y con furia, recordando por todo lo que él le había echo pasar. Por sus humillaciones tantas veces, le clavó el cuchillo de nuevo pero esta vez en el pecho. Y finalmente después de tambalearse, se cayó al suelo.
Silvia dejó y comenzó a llorar desconsoladamente, el ya no estaba, no volvería a hacerles daño jamás.
Luego cuando se serenó, llamó a la policía y les contó todo lo que había pasado sin omitir ningún detalle.
No le importaba las consecuencias que eso implicaba. Solo sabía que todo había acabado, se había terminado la pesadilla y solo quería volver a abrazar a sus hijos.

Recuerdos Trágicos.




"Olvida lo que te hizo daño en el pasado, pero jamás olvides lo que te enseñó."



Odio tener que recordar los siete primeros años de mi vida. Detesto que me pregunten por mi infancia. De esos siete años vi más de lo que cualquiera puede ver en noventa, o en doscientos años si lo viviera. De ellos, más que recuerdos, me quedan cicatrices. 




23 de Agosto de 1996 – Bilbao.
La luz cegadora procedente del sol, me da en la cabeza. Llevo una hora aguantándolo, el sol golpea con fuerza. Noto como mis delgadas y huesudas piernas comienzan a flaquear. Y noto mi boca pastosa, tengo sed. Pero debo seguir cavando, porque sino él volverá y me castigara.
Ya solo me queda unos centímetros para llegar a donde él dijo. Otra chica más que no es buena. Al principio no lo entendía, él decía que era necesario hacer eso. Las chicas no eran niñas buenas y no merecían estar en este mundoY yo soy su ayudante. Solo tengo que preocuparme de cavar donde y los centímetros que el había mandado. Y el echo de no hacerlo tiene un castigo.
Sigo cavando media hora mas, hasta que por fín llego al nivel que él dijo, dejo la pala en el suelo y entro a la cabaña. Me tomo dos vasos de agua.
Le doy golpes a la televisión para que funcione. Cuando por fin decide funcionar de manera decente, me siento en el suelo, no tenemos la mando, y los botones de la tele no funcionan, así que siempre tenemos que ver el mismo canal. Las noticias acaban de empezar y me quedo petrificado al ver la imagen que muestra, ¡es él! y más al oír lo que dice el señor ese:
“Esta mañana ha sido detenido Antonio Uriarte acusado del asesinato de la joven María García. Se cree también que puede ser el responsable de la muerte de otras cinco jóvenes. La policía a registrado su casa en busca de pruebas, pero parece ser que no se ha encontrado nada, aunque no descartan la posibilidad de que tenga otra casa o un escondite...”
Empiezo a dar vueltas de arriba a abajo, no se que hacer, ni donde ir. Acabaran descubriendo este escondite, pero no sé que hacer. Le han detenido, ¡por fin!
Después de un rato pensado, doy con la única solución que tengo. Llamar al 112, no se si ese numero existe, pero en las noticias suelen poner ese numero.
Tres tonos, contesta una voz femenina. Me pongo muy nervioso, no se que decirla, la señora, me dice que me tranquilice y que le cuente qué pasa. Al principio, empiezo a hablar muy rápido, casi sin vocalizar. Ella me pide que lo vuelva a repetir, pero mas despacio y que me relaje. Le hago caso y se lo cuento algo más relajado, ella me dice que enseguida irán para ahí, pero me pide la dirección; no me la sé y las lágrimas empiezan a asomar otra vez por mis ojos. Ella me dice que no me preocupe, que no importa, que ya la conseguirá. Que todo saldrá bien.